¡Buenas!
Después de este verano para cargar las pilas, vuelvo a escribir para intentar difundir un poco más la importancia de la fisioterapia en el campo de las artes escénicas. Es por esto, que hoy me dispongo a hablaros de la ópera.
La palabra «opera» (plural de la palabra «opus») en italiano significa «obras». Desde luego, la ópera es una descendiente del teatro y de las tragedias griegas, en la que se reúnen números corales, solistas, interpretación y danza. En fin, un espectáculo escénico en mayúsculas.
Si bien la ópera ha ido evolucionando mucho a lo largo de los más de 400 años (teniendo en cuenta que las óperas anteriores al Orfeo de Monteverdi, no se representan hoy en día) que se lleva componiendo y poniendo en escena. Pero también ha ido cambiando la forma de ponerla en escena y los criterios para valorar una buena representación; así pues, si tenemos en cuenta el último siglo, nos daremos cuenta que ya no vale con tener unas voces fantásticas cantando una ópera, si no que toma importancia la historia contada, que la puesta en escena sea coherente y la interpretación y dirección escénica sean atractivas.
Este aspecto me parece chocante al mirar los programas de los Conservatorios, ya que se enseña a los alumnos a cantar, pero no a interpretar. De modo que los jóvenes cantantes, salen de sus formaciones cantando maravillas, pero sin saber interpretar un papel más que por intuición personal.
Os preguntaréis por qué os cuento ahora todo esto… Pues resulta que con el Cor Ciutat de Mallorca y el Teen Spirit Chorus, dirigidos por Joan Laínez, participamos la próxima semana en varias representaciones por Mallorca, en la ópera La Bohème de Giaccomo Puccini. Este proyecto de Euroclàssics, viene acompañado de solistas mallorquines, nacionales e incluso internacionales: Marta Bauzà-Soler como Mimi, Jorge Armando Jasso como Rodolfo, Jorge Tello como Marcello, Marga Rodríguez es Musetta, Pedro Quiralte-Gómez es Schunard, David Cervera es Colline y Clément Dionet es Benoit/Alcindoro. La ópera será interpretada en el piano por Francesc Blanco, la dirección musical es de Mavi Cortés y la dirección escénica corre a cargo de Sergio Baos, asistido por Marga López.
En esta entrada, no hablaré del aspecto vocal, pues creo que ya hemos estado tratando la anatomía y el funcionamiento de la voz en el canto. Pero sí quiero hablar del montaje de una ópera.
Esta experiencia operística me está permitiendo conocer el montaje de una Puccini desde dentro. Y alucino más al pensar que los teatros de ópera no tienen fisioterapeutas que se ocupen del personal, que está sometido a una carga física, emocional y psíquica muy elevada. Montar una ópera es algo muy complejo: en primer momento, está el trabajo musical: orquesta por un lado, coro por otro y los solistas, por otro lado. A continuación, el trabajo escénico: de nuevo, solistas y coro por separado. Seguidamente, vendría el trabajo musical conjunto de todos estos elementos. Finalmente, el trabajo escénico global.
Evidentemente, esto puede cambiar, pero vamos a tomar esta cronología como referente. Los cantantes ya tienen suficiente trabajo en recordar la letra, la melodía, la música, como para que además se les ponga a cantar en según qué posiciones en las que es más difícil mantener el apoyo, el fiato, mantener una buena postura sin romper la columna del aire, no poner tensión en el cuello ni en la cabeza, ni en la lengua… Por eso, admiro los resultados que se tienen sin tener un entrenamiento específico para cada papel u ópera, ni un trabajo de relajación; y en la mayoría de casos, el trabajo de conciencia corporal es mínimo, aunque podrían moverse más libremente y sin riesgo de tensiones.Si de esas dos semanas que se tienen para preparar la ópera en conjunto, se dedicara (además de ensayar) a entrenar aspectos funcionales del cuerpo de cada uno de los solistas (pues son los que cobran más, y al final, es a los que se van a ver cuando se va a la ópera) según el rol a desarrollar en la obra, a relajar la musculatura más demandada por esa puesta en escena y por esa pieza musical, encontraríamos cantantes más eficaces y quizás el resultado de la ópera sería aún mayor, por qué no.
De este modo, un fisioterapeuta en un teatro de ópera, como colaborador del director musical, del director de escena y con estrecha relación con solistas, músicos y coro, además de interactuar con técnicos, tramoya… Quizás no sería una idea tan descabellada.
¡Salud y música!